Las cicatrices y el rostro de identidad de nuestra Patria
En el Acto en Conmemoración del 25 de mayo de 1810 leímos un cuento a través del cual se comparan las cicatrices de un joven valiente, con los hechos vividos por nuestra Patria en estos doscientos años. Éstas configuran su “rostro de identidad”. Y estas huellas de la historia, este legado, es el desafío para que nuestros jóvenes puedan emprender el camino para refundar una patria mas justa y solidaria .
La Historia:
“Había un a vez, hace mucho tiempo en una aldea lejana un muchacho de veinte años, justo y valiente. Estaba enamorado de una doncella de su edad, tan bella como vanidosa. Él tenía el rostro lleno de cicatrices. La doncella exigía, para hablar de noviazgo, que el muchacho se quitara las marcas del rostro.
El joven sabía que esto era imposible, pero ella estaba acostumbrada a que se le cumplieran todos sus deseos.
Él pasaba noches de insomnio pensando en cómo satisfacer este pedido, y la doncella insistía en que cuando se hubiese quitado las cicatrices, ella lo estaría aguardando para casarse.
En una de las noches de insomnio en que el muchacho sufría bajo un árbol del bosque, pasó por allí un mago muy sabio.
Cuando se acercó a saludarlo y el mago dijo:
Ahora ya tengo con quien conversar, y haciéndole un ademán al muchacho lo invitó para que se sentara junto a él.
El joven tenía un solo tema en su mente: acercando su rostro al fuego y mostrándoselo al mago, se apresuró a decir:
¡Apuesto a que con tu magia podrías quitarme todas las cicatrices del rostro!
Por supuesto-respondió el mago sin vanidad.
Pues, adelante – dijo el muchacho.
¿Estás seguro de que eso es lo que quieres?- le preguntó el mago.
De nada he estado más seguro-respondió el muchacho.
El mago pasó suavemente un dedo por una de las cicatrices. De inmediato entre los dos, se presentó una imagen. Era el recuerdo del día en que el muchacho se había hecho esa cicatriz .Los soldados, cosacos, atacaban la aldea, y el joven, valientemente, salía al encuentro de ellos. El sable de un cosaco le rozaba el rostro. Pero ahora, en la imagen que el mago presentaba, el recuerdo cambiaba. El muchacho se escondía tras unos toneles y no enfrentaba a los bandidos. Aguardaba escondido hasta que se marchaban, luego de haber realizado todo tipo de tropelías.
Cuando la imagen se desvaneció, nuevamente estaban el mago y el muchacho junto al fogón. El mago fue hasta la carreta y regresó con un espejo. Lo limpió con la manga de su abrigo y se lo extendió al muchacho.
Mírate-le dijo.
El muchacho se observó .Efectivamente la cicatriz ya no estaba.
- ¡Prodigioso!-exclamó el muchacho.
- No es ningún prodigio-dijo el mago-.Si nunca has peleado contra los cosacos, ¿por qué habrías de tener esa cicatriz? ¿Quieres que te borre las otras?
-¡Por supuesto!- dijo entusiasmado . Pero al instante se detuvo.
- Un momento- agregó- ¡Sí he peleado contra los cosacos!
-No-le dijo el mago-.Ya no y ya no tienes esa marca.
-Sólo te he pedido que me borres la cicatriz- dio el muchacho-.No el momento en que me lo hicieron.
-Eso es imposible-dijo el mago-.No lo puede lograr ni el más sabio de los magos. Si partes de tu vida te han dejado cicatrices, debemos borrar esos recuerdos para borrar las marcas. ¿Te borro las demás?
-No-dijo el joven
Y luego de comer, ambos durmieron mansamente. Cuando despertó al alba y bajo un árbol , el mago ya no estaba...
El muchacho corrió a ver a la doncella.
-Te he dicho que no te me acerques hasta que no te quites las cicatrices -le dijo fríamente ella.
Él no respondió a su insulto. Se señaló una cicatriz y le contó su historia. Señaló otra y otro recuerdo, Una más y otro suceso de su vida. Terminó de contarle el origen de la última cicatriz frente al sacerdote que lo casó.